En un mercado saturado de opciones, si una marca no tiene una razón clara y poderosa para existir, es fácilmente reemplazable. El consumidor ya no busca solo productos o servicios, busca significado. Y ese significado es el propósito.
El propósito responde al “para qué”, no al “qué haces” ni al “cómo lo haces”. Es tu misión, lo que te mueve más allá de ganar dinero o tener presencia en redes o internet. Como decía Viktor Frankl, «no somos impulsados por el placer ni por el poder, sino por un sentido». Las marcas no son la excepción.
El cerebro humano toma decisiones guiado más por lo emocional que por lo racional (no me cansaré nunca de decirlo). Y el propósito conecta directamente con el sistema límbico (el centro de nuestras emociones), dónde se construye la lealtad y la memoria de marca. Las marcas que logran activar esa conexión emocional generan mayor recordación, preferencia y fidelidad. Su propósito que trasciende lo comercial y conecta con valores humanos profundos. No compramos lo que hacen, compramos el «para qué» lo hacen.
Si no puedes explicar claramente para qué existe tu marca y qué impacto quiere dejar en el mundo, tu mensaje se diluirá. Tu marca acabará diluyéndose. Hoy, lo que realmente diferencia a una marca no es su producto, sino su propósito. Encuéntralo, intégralo en cada decisión y haz que todos lo perciban con claridad.
PD: Desde que creamos nuestra empresa de marketing y branding el propósito de nuestra marca siempre ha sido: “Potenciar y mejorar las organizaciones y las empresas con las que colaboremos porque de esa manera mejoraremos también la vida de las personas que generarán un cambio positivo en sus vidas y en el mundo.”
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